jueves, 25 de febrero de 2010

22º-Recuerdos inventados


Oigo a David Bowie viajar al planeta Marte, tengo por delante un día que ni el genio maligno de Descartes habría planeado con más enquina. Como plato fuerte he de negociar con un mediador de conflictos que postula porque le concedan el Premio Nóbel de la Paz, me tienta asaltar su despacho con una sierra mecánica, nunca gusté de sermones de falsos profetas, y recapacito: ¿De veras estas son las tareas a las que antes de que den las diez (10 P.M., se entiende) habré tenido que dar carpetazo?
Pienso en J., en su rocambolesco relato que me confió por vergüenza a que lo tomaran por un loco, él que está de este lado de la cordura. J. pasea de la mano de un familiar, un hombre de pelo cano, camisa de franela, que ronda los sesenta, J. es un niño nacido en una ciudad donde proliferan los cuarteles militares. Supone que es sábado, bajó al mercado a aprender a valerse entre precios, sobre su cabeza se refleja el sol, se palpa la coronilla, aun resta una carretera en línea recta hasta llegar arriba, a la iglesia del barrio. J. no sabe de pendientes, terminará aficionado a calcular el desnivel del terreno, fanático del ciclismo, todavía el consuelo es que la mirada cubra las distancias a mayor celeridad que sus piernas. En la acera contraria se levanta una valla, tras la cual hay una zona boscosa, abetos y ramilla, son los aledaños de un terreno castrense abandonado, y torretas de vigía, y entre la maleza J. ve la figura de un tigre, del tigre de las ideas, de rayas negras y piel casi escamosa, dorada. Siente una punzada en la columna, las guarniciones de la ciudad tienen por mascota a una cabra, un felino entre maquinarias del ejército, no le cuadra. El hombre mayor acelera, le insta que adelgace, para ser niño hay que moverse a la velocidad del rayo, comes demasiada bollería. Así que no se ha dado cuenta, hay un tigre apenas a diez pasos, eso sí, el obstáculo de la valla mitiga el peligro, y el anciano, síntoma de que las cualidades sensitivas le empiezan a flaquear, continúa a lo suyo. J. olvidará ese recuerdo, lo retomará con los años y cuando marche por ese camino, un mínimo de dos veces diarias, pensará en el tigre, y en si el sol le afectó al sentido común, o si en verdad el espejismo no era tal.
Creí al instante a J., en principio J. no existe, es alguien que se fue apagando hasta quedar a oscuras en los recovecos de lo que transcurre, pero le creí, qué gana una fantasía inventando otra fantasía, qué provecho extraigo yo al pensar en un tigre que a todas luces era un reflejo de los anhelos de un niño, J., que quería tener algo por lo que detenerse e ir despacio, porque a J. lo olvidarían los sabados por la mañana, y hasta yo mismo, y viceversa.

miércoles, 24 de febrero de 2010

21º-Identidad

Para definirme tomo prestados unos versos de Mario Sa- Carneiro: Yo no soy ni yo ni el otro, solo soy algo intermedio. Salvando las distancias, no viví los alocados años 20, tampoco planeo colgarme de una soga en un hotel de París, ni siquiera he cruzado de este lado de los Pirineos.
Admiro el hermetismo con que la mayoría dan por clausurado su modo de ser llegados a la veintena. Complejo de Peter Pan, la mía es una modificación que no sigue unos patrones, soy uno y trino, poliédrico, desconcertante. Soy en minúscula y a ratos, un sin papeles que no sabes por dónde coger, dio en el clavo aquel que como insulto me gritó: Lo que a ti te pasa es que te falta personalidad. En efecto, y a él le sobra, y no me cambio.
Según el documento que certifica que soy ciudadano con plenos derechos, he de ser tratado en calidad de adulto, porque "llevo la cabeza sobre los hombros", porque "persigo unos objetivos que en mi madurez he hecho prioridades". Pasa que el funcionario que me expedita el DNI de mí solo conoce el nombre, el apellido, la huella dactilar, pasa que las yemas de los dedos son un aditivo, que el nombre es una decisión caprichosa de tus padres que dudan entre llamarte Marcos o Enrique, y que quién puede asegurarme que ese tipo barrigudo de detrás del mostrador y yo volveremos a encontrarnos cuando en cinco años regrese, para acreditar que sigo por ahí, en carne y hueso.
El aplomo de los precoces, que invierten en bolsa lo recaudado en el convite de la primera comunión, es llamativo, más si mi actual casa está decorada con figuras playmobil y pistolas del todo a cien, y si como quien dice, tengo la concepción de las cosas que tienen los niños. Por eso los berrinches, las carcajadas espontáneas, el intercalar en una profunda disertación Dragon Ball, Hyman, el modo de producción marxista y la estética de Pocoyó, por eso que no se me tome en serio, o que me tomen de más. Las personas mayores son doctas en el asunto, pierden las maneras, su comportamiento es voluble, inesperado, quizá la razón de que los abuelos y los nietos congenian sea la sorpresa de hacer lo que les venga en gana aun a riesgo de que les suelten una torta, o que los envíen al retiro para mayores de la calle Decrépito, número 8.
¿Conocen la expresión "eres un veleta"? pues bien, la asumo, solo que en mi caso la dirección de los vientos no me la marca el parte meteorológico, Yo soy Eolo, y también, igual que en la película de Kubrick, soy Espartaco.

martes, 23 de febrero de 2010

20º-Paraísos artificiales

Baudelaire bendecía los efectos de vanguardia que el uso de estupefacientes tenía en la creatividad de los literatos. De eso ha llovido más de cien años, y la penalización del consumo de los opiáceos, y las pastillas azules de las discotecas. Ingentes avances tecnológicos que conducen al cyborg, a los sobaos de marihuana, pero que prohíben fumar un inofensivo cigarrillo en un restaurante tras el postre, ya lo decía aquel: pues yo todavía me masturbo con la mano.
Procuraré ceñirme al vino, el nectar de dioses que los griegos en tiempos inmemoriales extendieron por el Mediterráneo, no solo de presocráticos vive el hombre. Atenderé al vino porque es mi elixir favorito, el que me noquea con suavidad, me va dorando la píldora y mitiga el sentido de la responsabilidad en lo que puede, no provoca náuseas, no hace milagros. Recuerdo cuándo aprendí a apreciar su sabor, los restos de materialidad que adhiere a las paredes lde la boca: Salí de una lectura de un poeta que había vivido en la India y tenía historias pintorescas que contar, y antes de ganarle un ejemplar de una antología de poesía devocional, entre salmonetes y "pescao" frito, desterré el prejuicio, el vino no es bebida de gentes que están de vuelta. Que quede claro que tampoco hago ascos a un whisky escocés, a un ron cubano, o a una ginebra del sur de Meryland, en lo tocante a los placeres soy cosmopolita. Desde entonces, sin tomar prestados los gestos de autómata del catador, mi relación con el vino es de una dependencia mutua, él necesita aflojarme la consciencia, yo lo invito a estimular las confesiones en susurro, a veces, las menos, lo tomo intravenoso con el malestar a posteriori que me postra en el sofá, una resaca que me permite que lea desprovisto de asomo de culpa una novela de detectives. Con el vino todo son ventajas.
En esta ciudad en la que estoy exiliado he descubierto un restaurante que por un precio módico sirve un vino de la casa espectacular, suficiente para hacerme asiduo, allí descargo las palabras que amontono en el silencio y hago honor a mi apellido, la fama del linaje se retrotrae a un mítico fundador que tuve la suerte de conocer, el bebedor por excelencia, pobres de nosotros de aguante limitado, extraviados en el fondo de una botella, inútiles como corcho seco. Qué equivocado estaba Baudelaire, las ingerencias en la escritura no la enriquecen, suelen provocar que desistas, que dejes de teclear, que partas la mina del lápiz, esa es la primordial de las ventajas de los paraísos artificiales, que una vez vomitados, te callas.

lunes, 22 de febrero de 2010

19º-Poder


Recien un tipo que imparte clase usando un método pedagógico muy a la francesa, me pide que le defina la palabra "poder", me percato de la necesidad de divagar y explayarme ante tal omnipresente término. Para el empirista Hume el poder era un Leviathan formado por la voluntad humana de gozar de una relativa tranquilidad; los frenéticos anarquistas postulaban que era el reducto de primitivismo que quedaba en el ser humano. Los estadistas de mercado apostillan, el poder es un comodín ante los colapsos, un dios relojero en la sombra.
Pero "poder" es también un verbo, la acción flexiva a la que acuden los inconformistas, el destino cruzado de un montón de esperanzas que se contraponen, la ambición de muchos nunca saciados, el tormento de demasiados que pese a estar a su cobijo continuan mojándose. Poder es una indefinición debido a lo ramificado de su aplicación, y gracias, el poder personificado degenera en arrogancia y vela por sus propios intereses, el otro, por cuyas venas circulamos esperando nuestro turno, a las 10 A.M. a las puertas de un edificio gubernamental, al menos nos da chance de controlar cuestiones personales, convirtiéndonos así en un simulacro de magnate a pequeña escala. Poder tenemos al elegir, elegir pintar a trazos gruesos lo que es el tener la potestad de, poder ser mejor persona, algo a lo que aspiramos todos, incluso el poderoso que desde su atril del senado postula a favor de la aplicación de la pena de muerte, pueden y quieren subir un peldaño, sucede que equivocan la manera, pocos, afirma la rumorología, alcanzan la perfección.
Una persona que tiene en el nombre parentesco con los tiempos modernos, con un filósofo, se resistía desde su silla de ruedas a que "nadie me diga lo que no puedo hacer", y se quedó sin hacer una excursión por la selva australiana. El poder es falible, nada sabe de las particularidades de cada cual, se impone en un inmenso abrazo que nos abarca y en ocasiones ahoga, lo preferible sería ejercerlo como mal menor, evitar que las aguas se estancasen. Ya lo habló Zaratustra: sentir poderío equivale a compartir una virtud inacabada y los mejores acabados requieren un fuego lento.

18º-Cazadores de almas


En plena guerra fría la obsesión que quitaba el sueño a los ciudadanos de este lado del telón de acero era que un miembro del KGB, infiltrado como en "la invasión de los ladrones de cuerpos", lo sometiera a un lavado de ideas, le inculcara la peligrosa ideología sovietica. Es evidente que los servicios secretos comunistas carecían de técnicas tan sofisticadas, lo suyo era carne de retórica y sindicatos. Lo que no invalida la posibilidad de asumir la existencia de los otros.
De un tiempo a esta parte ando las avenidas estableciendo contacto con las pupilas de los demás, en un intento desesperado de hacerlos partícipes de mis cuitas, o de encontrar en el fondo una llama que prenda el calor que, reconozco, echo en falta. Tarareo un fado, y agua, contrariamente a lo que se cree las fieras no toman en razón los sonidos, ni la visibilidad, cuestiones que las frenarían, y cualquier animal que se precie (incluso los escritores) tienen que llegar a alguna parte, aunque marchen dando tumbos. Yo, mientras, persisto, "todo lo pensado está en presente" que exclamo cartesiano, es posible que el cuaderno rojo que espera que llene sus páginas en el bolsillo interior de la chaqueta sea mi máquina de engullir almas, de cazar vivencias que le zumban alrededor e impiden dormir la siesta. Falta saber si los aludidos verían adecuado ceder un simulacro de ellos a un demente que los aborda en silencio y los saca de la quietud, las miradas directas intimidan, me aventuro a pensar que no, reclamarían derechos de copyright, tras un parapeto de falsa modestia le quitarían hierro a las andanzas que los han conducido hasta la punta del lápiz que está a un trazo de darles forma. Cuando era un inexperto, gradación en números rojos, sopesé que nada como hacerme pasar por un entrevistador que les inquiere que respondan un cuestionario que salta de lo general a lo concreto, desistí al comprender que darían una imagen alejada de la realidad, nunca obligados a pensarse, en tal caso sería una ficción, luego una realidad, la tarea que me encomendaba tamañana ambigüedad.
Deduzco que extraer las ideas es a conocer lo que es a enseñar el introducir conceptos invisibles, una misión de derrotados de antemano. La última alma que balbuceó, dice Claudio Magris, sólo logró que el recipiente que la contenía sufriera un ataque de hipo, continuado por unas incontinentes ganas de reír.

domingo, 21 de febrero de 2010

17º-Huída

No seré yo quien rebata la afirmación de que "huír es opción de cobardes". El motivo es simple, suelo salir por piernas a las primeras de cambio, y la cobardía, francamente, me es innata. No soy el adecuado, entonces, para justificar los saltos hacia adelante, ya que en primera persona crucé un mar huyendo de una sombra que llegó a cubrirme por completo. Después tiemblas, abrirías los brazos en cruz, arrodillado, mientras imploras que un benefactor exento de remilgos te clave una estaca que disipe los miedos al futuro.
Un prófugo nunca aminora el paso, corre alentado por el peligro de las sirenas de policía que no entienden de delitos que prescriben, que suenan desde el fondo de su cabeza y brillan en la oscuridad de una penumbra inacabable. Y aprieta los dientes, evita girarse, sabe lo sencillo de enfrentar de cara los miedos, y entra en una tienda de barrio regentada por asiáticos, y compra un paquete de papel de fumar. Respira hondo, huye sin haber consumado el delito, apenas es sospechoso en consciencia, los ladrones de bancos mueren infelices, con un puñado de sacos dentro de los cuales esconden intentos fallidos, planes abortados.
Tampoco la huída es la solución, qué pregunten a Steve McQueen que dejó aparcadas sus ilusiones en una cuneta harto de no poder conciliar el sueño, pero hay gente destinada a irse de vacío, a la que le faltan los arrestos para dirigirse hacia donde van a descansar el músculo, allí, donde puedan arrojar la máscara, seguros, sin la desconfianza que les hace ver delatores como contornos que los vigilan del otro lado del futbolín.
Huír en noches en las que el frío amenaza con convertirte en estatua, no es, por otro lado, desagradable. Lo que duele es el reposo, la oportunidad perdida, has sacado de ganancia otro domingo entre rejas, y eso que las fuerzas de seguridad no te dieron caza. Lo peor de la huída, es que a veces huyes sin haber quebrantado una ley, exactamente escapas de la ley del deseo, de ese establecimiento donde nadie habría salido malherido, solo tú, que impune sientes culpable que en las manos no llevas gotas de sangre y sí un "debiste probar" en plena hemorragia de alma blanca.

lunes, 15 de febrero de 2010

16º-Parásito


Robbe Grillet: El escritor es una liendre que se alimenta de la cotidianeidad ajena a falta de tener vida propia.

"Supongo que continuará nevando, aunque ya no es como antes. Antes el frío de la mañana te calaba hasta dejarte pálido. Hace treinta años, yo tenía turno de mañana, fichaba a las siete, así que despertaba y todavía estaba oscuro. Iba hacia la parada de autobús encogido, frotándome las manos por notar una chispa de calor entre los dedos, pero el autobús llegaba retrasado, entonces estabas a la intemperie, y te entretenías mirando a los que esperaban contigo, siempre los mismos, solventando la helada contando las baldosas que los separaban de la carretera. Recuerdo un sacerdote de movimientos alterados, eléctrico, que parecía matar la espera poniendo nerviosos a los que le rodeaban, vestía impoluto el hábito, luego, años después supe el porqué de su inquietud, padecía una alergía al tejido que su profesión le obligaba llevar y pese al sufrimiento nunca lo vi vestido de paisano. Estaba también un traumatólogo, al que identifiqué como tal después de un accidente que me condujo a visitarlo en su consulta, y me arrepiento de no haberle preguntado entonces su opinión acerca del estropicio perpetrado por las autoridades en la avenida donde previo amanecer coincidimos rumbo cada uno a su universo particular. Si la memoria no me falla, teniamos a un indigente con el que trabé cercanía, que puntualmente me pedia un cigarrillo que arrojaba al suelo viéndolo yo tras los cristales ya embarcado en el bus, que era el 5, o el 21, claro que las líneas tenían itinerarios diferentes a los de hoy día. Por eso digo, esto no es más que agua, y pensar que antes nevaba en Abril. Voy a fumar el último antes de entrar, ¿quieres uno, que esto es Malboro?
Por supuesto nevó, y era la primera vez que la cabeza se me llenó de escarcha, y he conservado el momento, en las escaleras de un edificio público, a mediados de Febrero, por temor a que se escabulla, porque otra realidad existe, allá fuera, aquí mismo, y se nos pasa de largo.

domingo, 14 de febrero de 2010

15º-San Valentín


Cuidado, no se lleven a engaño, el chico que aparece en la fotografía no soy yo, ni mi hermano, ni un amigo. Tampoco la chica que arquea peligrosamente la columna y lo atrae hacia si tiene lazos familiares con el que está de este lado del monitor. Deduzcan: no voy a celebrar San Valentín.
Herbert Marcuse advertía "que hablamos de lo que no nos concierne de tal manera que a fuerza de repetirlo lo volvemos un componente más de nuestra cotidianidad". Las fechas señaladas en el calendario las cumplen quienes reunen los requisitos, el mínimo en el caso que nos ocupa, tener un filtreo, novia formal, o ser recién casados. No doy la talla. Dedicaré el día a los visigodos, a Julian Barnes, nadie va a remitir a mi dirección un ramo de flores, y el teléfono lo tendré en alguna habitación, desocupado, como de costumbre.
El que no haya sucumbido al fervor consumista de San Valentín que tire la primera piedra. Ni a favor ni en contra. ¿Acaso festejar el santoral, cuando de los santos no atrae ni el morbo del martirio, no se felicita, siendo ridículo que un atajo de escepticos reciba regalos en nombre de un misionero que ciego de sustancias psicotrópicas afirmó tener contacto con Dios? El amor (qué grima la palabra) produce dividendos, pérdidas, úlceras, es tangible, merece un lugar privilegiado en las relaciones de pareja, y qué demonios, si vamos a hacer la puñeta a los grandes almacenes lo adecuado es posponer la vendetta hasta navidad. Por vueltas que le de a la memoria nadie que conozco va a ahorrarse una sonrisa cuando su pareja se lo ofrezca, da igual si de rodillas, vía mensajero, o en una cena en un restaurante oriental.
Reconozco que a los solteros les resulte vomitivo, a los jóvenes rebeldes una venda con las que se tapan las miserias de diario, a los matrimonios asentados un engorro que les obliga a mirarse directamente a los ojos unos segundos, pero no lo critico. Demasiado permisivo con los principios del liberalismo "allá cada cual que extraiga beneficios de donde pueda", voy a celebrar que hay quien es feliz o que lo finge, que las cajas registradoras de los bazares rebosan ganancias de los que recuerdan sobre el pitido final, y celebraré también que no sufro alergia al polen ya que nunca se sabe de la competencia de las floristerias a la hora de remitir ramos de hortensias.

viernes, 12 de febrero de 2010

14º-Raices


El principio del fin de la República romana lo marca el curso de un río. Cuando Julio Cesar se atreve a cruzar el Rubicón al mando de sus legiones está traspasando el umbral de lo permisible, pone sus cartas al descubierto, marca un antes y un después, entra en el apartado de rebeldes en los libros de historia, asume que ya nada volverá a ser como antes y pese a ello sale victorioso.
Por supuesto para trazar un punto de inflexión no es necesario ser cónsul en la Galia, ni tener por ahijado a un virtuoso de los cuchillos. Basta con una tiza que se distinga de la superficie donde ha de actuar. Los caminos conducen a Roma pero la pavimentación de las carreteras corre de nuestra cuenta.
Las consecuencias de llevar un farol hasta que se agota el chance son impredecibles, no sabía el alto mando japonés cuando atacó Pearl Harbor la lluvia radiactiva que caería sobre Hiroshima y Nagasaki, tampoco Morel, el inventor de la obra de Bioy, tiene clara su propósito al querer perpetuarse como imagen atemporal a merced de los periodos de las mareas. Entonces, ¿a qué concebir planes?, las situaciones límites requieren la supresión del juicio, un plus en el impulso, con cuidado de saber que el carburante por ley natural habrá de agotarse. Los científicos lo llama entropía.
Al meollo pues, pongamos el ejemplo base: El escritor que empezó componiendo poemas de no más de quince versos, y que consiguió accesits en la modalidad de relato corto en varias ferias florales, y que experimentó los géneros y construyó artefactos híbridos que le servía de calmante para la sed de letras, y que tuvo la nefasta pretensión de elaborar una novela partiendo de los bandazos que lo hacían un púgil proclive a quedar grogui por cada golpe bajo, y que se dio por vencido al entender que de él no salían sino módulos calcados indigestos a los lectores, y que decidió, como si escribir fuera acudir a una boda escondiendo un secreto, callar para siempre. ¿Cuándo hizo saltar por los aires su propio discurso? ¿era inevitable que lo atenazara el silencio? ¿quién le mandó abarcar tanta página?
Hay quien piensa que el mal es preferible atajarlo de raíz. Quizá las raíces después de todo sean el germen del mal, en cuyo caso nada de plantarlas, ni de respirar el oxígeno que vierten en la atmósfera, aunque se extinga la especie, de esta forma nadie va a separar el grano de la paja y menudo consuelo, nos quedará el cambiante fondo del mar.

jueves, 11 de febrero de 2010

13º-Multitud


No sé si les ha ocurrido lo que a Robert Walser, que estando en una calle muy concurrida notó que le extraían la noción de sí y se dejó arrastrar por las gentes, perdiendo de vista el lugar hacia el cual se dirigía, depositado, como un sedimento, en la otra punta de la ciudad. No sé si es fantasía de un obseso que terminó internado escribiendo microgramas (textos de caracteres diminutos y fragmentarios) o es una sensación que padecemos a diario aunque no nos resulte perceptible. Lo que sí está probado, es la facilidad que tenemos para dejarnos llevar y seguir la corriente, por inercia. El impulso de la mayoría permite que en gasto de energías atesoremos unas reservas dignas del Banco Mundial.
Cuentan que un recién llegado a una gran ciudad desde un pueblo, dado que tenía la necesidad de mirar directamente a los ojos a las personas con las que cruzaba sufrió una variante del "síndrome de Stendhal", no porque su alma no soportara tamaña belleza, sino porque le abrumó sentirse impedido ante lo inabarcable. La masa le había causado alegría en un principio, luego desconcierto y posteriormente un mareo que le hizo caer de rodillas delante de una catedral barroca. Lo tomaron por penitente cuando ni siquiera era víctima.
Hay quien prefiere mirar las estrellas, o el diurno firmamento azul, quien lee cabizbajo porque se agobia con quehacer que lo rodea, incluso quien intenta sentir empatía, ponerse en lugar del otro y prácticar ese sincrético juego de imaginar vidas ajenas (los menos, empedernidos farsantes, escritores o aspirantes), individuos que se confunden con individuos que... ad infinitum.
Admitiré que somos partículas de una célula orgánica que nos contiene, que el ser humano es en esencia un ser sociable, en dependencia de los demás, pero tengo la fortuna de ser fumador, y me detengo en la calzada y reflexiono mientras coloco el tabaco sobre el papel, las palabras que uno de esos particulares en el que a buen seguro no habría reparado de tenerlo a un palmo de narices me dijo: A veces, y es lo que importa, sales de casa y te encuentras con alguien y cuando regresas lo haces con una sonrisa. Con recordarlo me doy por satisfecho. No se necesita demasiado para extraer de las marabuntas una única hormiga que te haga sentir pleno.

12º-Planta de arriba


Los que saben de mi especial sensibilidad a la hora de abordar temas espinosos, sacan ventaja de ello, me sacan de quicio. En especial una de estas personas que ha dado con el punto debil, incide en aclamar la maestría del modernista Rubén Darío, textualmente: porque transmite como nadie los colores y el olor de las palabras. Porque ni beats ni zarandajas, los poetas no paran de quejarse, ¿dónde dejaron la sonoridad?
Y claro, me obligo y me contengo.
Aparte del Darío cantamañanas conozco otros tres Daríos, uno del sur (de la Península Ibérica), otro del norte (de la Península Itálica) y el último del 2º D, con el que nunca he cruzado palabra pero me aventuro a pensar estará tan presente en mi vida como la sombra del nicaragüense.
No soy aficionado a las descripciones (parentesco con Saramago), aunque haré una excepción: Darío es de corta estatura, rechoncho, de andares patizambos y posee unas cuerdas vocales atrofiadas, de una estridencia a la peor "maniera" amanerada. Estoy del todo seguro que no es homosexual, tampoco lo contrario. Hace notar su presencia por la escalerilla mientras desayuno y cuando preparo el almuerzo, me distrae de las lecturas de las recetas o impide que lea la prensa tranquilo antes de echar a andar al compás del día. Es un incordio. Tamaños excesos a veces lo conducen a tocar el timbre de mi casa y a salir corriendo, por eso cuando lo intuyo me asomo a la mirilla por pillarlo con las manos en la masa y ajustarle cuentas.
Así que con el nombre de Darío tengo mis desavenencias, por supuesto, no hay visos de que mi vecino vaya a terminar componiendo una obra modernista, su porvenir está en que continúe arrastrando la carga de la mochila de ruedas y haciendo caso a su madre, que lo insta a que no arme escándalo y suba a casa sin soltarle mano. Y como no hay bocas de fresas en sus intenciones lo perdono, no en vano he conseguido que el seguidor del Darío versificador perjure del Darío del piso de arriba, que le interrumpe la siesta los fines de semana, quién sabe si como primer paso a que lea poesía, si quiere modernista, al menos un poco menos floreada. Quién sabe, yo pasé de Machado a William Blake. Y si no, antes Darío que García Montero.

miércoles, 10 de febrero de 2010

11º-Variedad


Knut Hansum dijo: en la variedad está la carencia.
Si hay algo que a los lectores mortifica es que el tiempo se les escurre entre los dedos y las novedades de las editoriales se acumulan en las estanterías. Unos amigos te recomiendan que apuestes por la renovada narración autóctona, y otros te atosigan para que acorde con la globalización te adentres en las letras nigerianas.
Tú estás leyendo a Eduardo Mendoza, que nunca fue santo de tu devoción, lejano a las corrientes nocilla, y notas que te aplaca el dolor de muelas. Ocurrió algo parecido cuando entendiste a Calvino y pasaste noches en vela contemplando el vuelo de las aves desde un palomar que coronaba un castillo donde las ciudades perfectas permanecían ocultas en las ramas de los árboles. Sucedió al contrario, cuando la fiebre adolescente por Panero dio paso a una medida curiosidad. Y pasa que el apetito gusta de probar emociones fuertes, díficiles de digerir en un principio pero ya con las cavidades del estómago hechas al hábito, el resto, degustación de monje.
La inquietud en cuanto a lo literario es extrapolable a lo que acontence en tu rutina. Aquello que tenías por modelo pasa a mejor vida, te sientes vacío, estás tentado a arrojar la toalla, no hay nada que pudiera saciarte, ninguna idea te merece digna, debes de sufrir una convulsión en los mecanismos, debías haberte conformado, la nausea termina y al menos entonces no pasabas hambre.
Un día descubres, sin proponertelo de antemano, que en ti despierta la curiosidad, que tu atención ha detenido el vaivén indeterminado y se sitúa sobre lo concreto. Y los prejuicios sobre Vargas Llosa los mandas al garete y disfrutas, ¿porqué en eso consiste, no? Entonces te viene a la mente la película "Atrapado por su pasado", cuando uno de los antiguos compinches del personaje interpretado por Al Pacino, mitad indignado, mitad misericorde exclama: Era cierto, nuestro Carlito se ha vuelto religioso. Pero no tiene que ver con religión, acaso tampoco hable sobre literatura, ni desde un pensamiento analítico, lo hago escuchando a Barry White, mientras la cafetera me avisa de que no me demore, ansioso de que abra la tienda del barrio a la que iré aprisa para ofrecerle al dependiente mis gustos por una piruleta.

lunes, 8 de febrero de 2010

10º- Evolución


De nuevo citaré a Vonnegut: La evolución es muy creativa, de ahí las jirafas.
Los bienpensantes dan por seguro que las cronologías no engañan, a una cosa le sucede lo siguiente a efectos correlativos, camino de la perfección se liman impurezas en un proceso lineal donde el aprendizaje permite los avances de las distintas ramas científicas, de la misma esencia humana. Estamos abocados al progreso, cumplimos cadena perpetua en un penal que premia la transformación y tipifica como falta grave retroceder, titubear ante las fauces del destino, ese filántropo al que le debemos el movimiento y las magulladuras, eso o te quedas en especie intermedia, incapacitado para pasar las pruebas de selección.
Y empezamos lemures voladores.
Un filósofo fascistoide italiano dijo: la vida es corsi e recorsi. Hacer y deshacer, en eso consiste el telar de Penélope en el que a veces se nos escapa el punto y cuesta coger el hilo. Y qué carajos, prefiero empezar de cero, partir quizá desde atrás de la línea de salida, porque algunos para coger la marcha idónea, a la que pueden adaptarse, necesitan cubrir mayores distancias, la evolución es sólo un canon tan aleatorio como cualquiera de Harold Bloom. A quién no le gustaría poder alzar el vuelo y volar aunque ello conlleve ser en lugar de un antropoide un insectivoro, o un roedor, ¿de verdad la práctica produce lo más logrado?
El hombre es el centro del mundo, el hombre es la creación a escala del cosmos. El hombre, y de ello hay sobradas pruebas, es una desviación, un matiz que parpadea pero ni así resalta en la inmensidad. Hay pruebas de lo contrario, de excepciones puntuales, esas que me van a permitir las conserve en la intimidad. El brillo está en las personas y no en la gente, y verlo es cuestión de uno admire la evolución capaz de dejar boquiabierto al escéptico que juró tras tanto desengaño que jamás volvería a confiar en lo que le rodea. Lo raro es poder contemplar una jirafa.

domingo, 7 de febrero de 2010

9º- Exámenes


En un relato de Quim Monzó el protagonista se veía abocado a una sucesión de exámenes desde la más tierna infancia hasta el título de doctor, y ni con esas se libraba de ser evaluado para un puesto de importancias inimagibles cuando se presentó ante la espiral del sistema. Quien quiera hacer carrera ha de saber que nunca hay un resultado definitivo, que siempre hay una prueba que habrá de revelarte cual es tu condición, y ya se sabe, el sufrimiento puede resultar adictivo.
En la actualidad el modus operandi que antecede al examen, en mi caso, consiste: 1: Estudio limitado a cinco horas diarias; 2: Nulo consumo de películas de ficción, en su defecto documentales a pie de calle, callejeros, 21 días, que te sirvan de contacto no molesto con el exterior; 3: Comidas equilibradas, galletas, pasta, galletas, puré; 4: Noche anterior al examen pasada en vela, lejos de manuales y apuntes, de charla con la mente para que los conceptos no la oxiden; 5: Acudir al aula entre chistes, bromeando con compañeros a los que por el temblor de las muñecas diría que van a fusilar; 6: Sentarse en la banca trasera, poner a tu izquierda un mínimo de cuatro bolígrafos azules y dos negros, dejar que el ritmo te marque la estructura, apurar el tiempo pese a estar desprovisto de reloj.
El examen como uno más de los entretenimientos, con la alegría de haberlo terminado, con las nauseas de antes de empezar. Un auténtico deporte donde la adrenalina es canjeable por el porvenir. Tienes que ir entrenado, en resumidas cuentas saber de qué hablas, exponer con orden y adornando lo justo, cíñete a los echos, cuida una correcta puntuación.
Hubo un tiempo en que los examenes copaban las prioridades del alumno, del opositor, hoy su importancia es menor, hay oportunidades en junio, en septiembre, o puedes intentarlo en un momento en que las circunstancias acompañen, lo puedes posponer y dedicarte a otras materias que te resulten asequibles. Eso sí, nunca dejes la hoja en blanco, no acudas si crees que te puede atenazar el bloqueo, o el miedo, o si una vez allí, con el cronómetro del catedrático en marcha, vas a echarte en brazos de la excusa de la suerte. Suerte es lo tiene el que está dentro, y rectifica con tipex un error ortográfico, o decide tomar una perspectiva que alterna lo tradicional y los hallazgos más candentes. Suerte, escribir tú mismo y allá el corrector con su punto de vista, si es que todavía a los burócratas se les permite opinar, o vivir, ya que a la vida como a los exámenes el que se presenta lo hace voluntario.

sábado, 6 de febrero de 2010

8º- Espera


Estamos habituados a esperar. Esperamos cuando en un restauramente el camarero se demora en traer el filete que le recalcamos al pedir, debía estar muy pasado, esperas, tal y como aconsejaba Josep Pla prendiendo un fósforo y calentando el extremo del cigarrillo por dar visibilidad a la palabra en un proceso de escritura colapsado, esperan a que la tormenta amaine y les sea posible llevar a puerto la excursión al cause del Genil este fin de semana. Esperar en definitiva, es señal de que la cosa no marcha, en el imaginario general una espera equivale a un tiempo perdido, un concepto que en apariencia resulta negativo.
Por motivos, que no viene al tema, he esperado pacientemente, dando palos de ciego, sufriendo de ansiedades. He esperado mi momento, que los astros sean propicios, aunque reconozco que las esperas no son incondicionales, y que a veces lo que se espera pasa de largo.
Ahora mismo estoy a la espera de una confirmación, o de que se me anuncien los peores augurios, o ninguna de las dos alternativas, y si a eso le añadimos que soy de natural taciturno y unos trastornos del sueño regados por continuas dosis de cafeína, no me tengo en mí. Esta es polo dañino de la espera, que te tiene a expensas de algo que escapa a tu voluntad, claro que puedes intervenir, editar la circunstancia aun a riesgo de que el trastorno de las velocidades produzca un cortocircuito.
Intento convencerme en que en la espera hay provecho, cambiar la ruta y en lugar de ir al Genil elegir un paraje mediterráneo, reducir la dieta de carnes y optar por una ensalada a expensas del cariacontecido camarero, o decirme que no tenga en cuenta los encuentros casuales, que unas gotas esporádicas no hacen lago, y que debo de dormir porque así lo mandan los preceptos médicos que atienden a una inmejorable salud en sus pacientes.
Pero yo no soy paciente, me mantengo sano pese a que espero, y reflexiono sobre aquel al que una lámpara de genio le sacia los apetitos de inmediato los desea. En ingles americanizado diría: what´s the point?. Estoy de enhorabuena, del bolsillo del pantalón saco un motivo que me permitirá prorrogar la espera en infinito, espero sólo por lo que creo que merece la pena.

7º- Mundos paralelos


Los aficionados a la ciencia ficción, embaucados por imposibles, decidieron que la realidad a la que pertenecen no es la única, que hay multiples mundos donde los detalles han alterado el curso de los acontecimientos, que guardan semejanzas con este pero en el que las líneas del guión están variadas, al igual que los caracteres de los personajes. Acuñaron la expresión "Universo alternativo".
Como yo soy propenso a imaginar, y según la leyenda de la familia fantaseo desde que tengo uso de palabra suelo mezclar la realidad que me ha tocado y las posibles que me fueron esquivas. Por eso hoy amanecí con una boquilla en la bolsa de tabaco cuando fumo sin filtros, y el dolor de cabeza envolvía en nubes las imágenes del recuerdo que me esforzaba en conservar. Premisas dignas de una novela de Raymond Chandler.
No es fácil entablar una conversación donde puedas mirar a los ojos al interlocutor que tienes frente a ti, menos si os rodean medio centenar de personas, menos aun si ambos, sospechas, estaís al borde del K.O. debido a los efectos del alcohol. Y claro, quieres repetir en un estado menos difuso, te has dado cuenta de que el encuentro inesperado te hace sentir como nunca, olvidas dar un número de teléfono. Y te maldices, por dormir en un sofá cuando tienes una cama a dos puertas de distancia, porque no sabes de memoria cual es el número de tu móvil, y sobretodo porque tienes un nombre vulgar, común, lo que dificulta que ella dé contigo en el caso improbable de que lo intente.
Lías el cigarrillo con el filtro que te tendió en el trueque que hicisteis, tú le dabas papel y tabaco, ella te hacía sonreír, a ti, fatalista enmascarado. Piensas te que cogió a contrapié la esperanza y no supiste encauzar la suerte al menos concertando otro encuentro, una vía de comunicación. El porcentaje de que volvais a coincidir está bajo mínimos, conoces su nombre, la manera con que pronuncia el tuyo, sus preferencias, lo encantadora que fue. Si hablamos de realidades alternativas donde tú perdiste una oportunidad tú puedes salir un sábado en que los dos os veaís libres. Te sirve de consuelo la declaración de un jugador de beisbol: Ante una encrucijada sigue adelante. No necesariamente las victorias se consiguen dentro del tiempo reglamentario.