
Y no tengo que ir tan lejos, y escribo cuando sé que podría dejarlo para después pero lo hago de cualquier modo y me resto horas de relax y disfruto tecleando un ordenador portátil, sacudiendo el cigarrillo en un recipiente de natillas utilizado como cenicero, y no extraño nada y no ansío imposibles y eso quizá dignifique y al menos no estoy entre corchetes o paréntesis o complejos de un porvenir sesgado por múltiples complots y puede que fantasee con frecuencia sobre impresiones de desconocidas y que caiga prendido ante la menos indicada con la que la concordancia chirría y sea suficiente mojarla en el tintero para ponerla por escrito, y siento la compañía fiel de los indispensables, Roth, Coetzee, Bolaño, Hornby, y apenas separo los labios y ello no entristece y es que las metafísicas fueron inherentes al modelo que me precede.
Y sigo fumando, y consumo alcohol, y llevo una dieta marciana y en cuanto a aspecto salgo favorecido y qué importa, y las bandas se las cedo a otros, prefiero el centro de la cancha, las aperturas de espacios imprevisibles, y cuando salgo a la calle lo hago con las manos liberadas de inmediatez y si fuera creyente creería en la catarsis, y mantengo el rango de príncipe de la redención, y veo cine en dosis controladas por la conexión a Internet que tienen contratada mis vecinos, y me doy por satisfecho con pasar la novela al ritmo de una página cada 5 minutos, y prometo que he de hincar el diente a Daniel Sada, a los complementos que la fortuna quiere presentar apetecibles vistiendo con sandalias de esparto la consecución de un destino aleatorio, y quiero proseguir y me detengo por hoy, tan lento y veloz, y tan 2010 y tan Mark Knopfler, y tan kilogramo de picota que basta de recordar de donde provengo o hacia qué me dirijo.
¿Dónde estan los puntos?, menos mal que esto no se lee en alto.
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