jueves, 28 de enero de 2010

6º- Lo tangencial


Una de las series de televisión más refrescantes entre las que se emiten en la actualidad es Breaking Bad.
Su protagonista, un profesor de instituto agobiado por las facturas al que diagnostican cáncer, debido a disparatados avatares termina siendo conocido como Heisenberg.
Heisenberg, el que está de este lado de la ficción, fue en realidad un físico alemán que dejó escrito: El mundo aparece como un complicado tejido de acontecimientos, en el que conexiones de distinta índole alternan, o se superponen, o se combinan, determinando así la textura del conjunto.
Otro sabio, de pequeña estatura dijo: Ten cuidado cuando pongas un pie en el camino, porque nunca sabes dónde irás a parar.
Es usual que se de por sentado que con la experiencia adquieres precauciones, que aprendes a conservar los pequeños placeres, el carajillo de las 18:30, el saludar tambaleante a causa del vino los buenos días apenas tomas la ruta que te conduce a casa, el tener conexión a internet las 24 horas. Es aconsejable marcarse un propósito, y dar hasta que los pulmones queden exhaustos la brazada que alcance la orilla, pero a veces suceden cosas y te apetece dar marcha atrás.
Quedas cariacontecido, te sientes atolondrado, vuelves para comprobar si echaste el cerrojo, si cerraste la llave del gas, si en la teoría una de las conclusiones era errónea desde sus premisas, si la frontera de Nuevo México se mantiene en pie cuando tú te olvidas de ella. A ésto lo llamamos libre al bedrío o capacidad de elección, cuando en verdad es algo que escapa de deficiones, un condicionante ambivalente, que aterra, que nos relaciona con lo nuevo.
¿Qué emparenta pues a un padre de familía que comercia con anfetaminas, a un científico que desconfiaba de las veleidades del progreso y a Bilbo Bolson? Supongo que ninguno padecía (o disfrutaba) de insomnio, y los tres comprobaron cómo de gratificantes resultan las malas noticias que sacan del sueño a los que presuntamente ya estaban despiertos.

miércoles, 27 de enero de 2010

5º- País


Acostumbra Rodrigo Fresán a decir cuando le preguntan por su país, si es México, o Argentina o España, que su identidad está inscrita en cada uno de los volúmenes de su estantería, que su patria es su biblioteca.
Salvo excepciones de fervor popular compartido, arrebatos debidos a los torneos de futbol por selecciones en año par, quisiera compartir esa idea, la de tener las raices en el papel y el génesis en las frases impresas. Quiere la casualidad que el azar hiciera que alquilara un piso donde el propietario, como entretenimiento, había llenado las paredes de estantes construídos por su propia mano.
Pero los libros no son materia portable, y los voy trayendo a cuentagotas, y los libros, algunos rebeldes, se muestran ariscos y temo que vayan a dejar mi custodia. Supongo que con una transfusión bastará, prolongada sí, porque reemplazar el ADN requiere un tratamiento que necesita de sesiones periódicas y una labor de arqueólogo en librerías de viejo con especial atención a la sección novedades; porque ¿que hay más placentero que ordenar por fecha de publicación, por orden alfabético, por autor o por género, esos cientos, qué digo, millares de páginas que nunca volverás a releer?
Mi biblioteca y yo estamos en un periodo de transición, vamos a dejar atrás muchas experiencias, conservaremos lo esencial, olvidaremos lo que quedó en el trance, fingiremos que nos volvemos a conocer. Ella (perdonen que la nombre femenina, las bibliotecas están más allá del género) acumulará polvo sobre sus cubiertas, yo la miraré orgulloso, en exceso materialista, por conservar pese a lo mutable de las circunstancias su compañía, y durante los años que dure conservaré el pulso intacto, acaso el corazón se me detenga, me seguirá cubriendo las espaldas, porque se me olvidaba advertir que las bibliotecas se sienten placenteras si no se las observa de frente.

4º- Fantasmas


El genial Daniel Johnston compuso desde su bipolaridad esa magnífica canción que es "Casper, el fantasma amigable", y estaba yo escuchándola, yo que he presenciado apariciones espectrales a menudo que me han hecho cubrirme la cabeza y el temor con una sábana, yo iba pensando mientras escuchaba que en realidad los fantasmas no existen.
Me dio pavor reconocerlo, dado que si los fantasmas son pura invención de la psique humana todo está permitido.
Podemos pasear a medianoche por un largo pasillo, descalzos, mientras fuera la lluvia impacta violenta contra los barrotes metálicos y los destellos que anteceden al trueno hacen que las bombillas parpadeen; podemos observar mascando gominolas a eso de las tres de la tarde cómo el viento mece un columpio en un parque; podemos incluso escribir sobre cadáveres que todavía descansan en el piso de abajo, a los que están rindiendo duelo.
Puede que la sobreabundancia de trabajo venciera a los fantasmas.
Aquel famosos barbudo malhumorado acuñó la frase "un fantasma recorre Europa". Hoy, los niños tienen amigos fantasmas o en su defecto déficit de atención, se escatima en el pago de impuestos mediante empresas fantasmas, y el fantasma que recorre el viejo continente es una endeble moneda común. Ni siquiera los fantasmas nos persiguen, las huellas son de tal transparencia que es un reto distinguir quién es fantasma de quién es corpóreo, quién es Scrooge de quién es Dickens.
Menos mal que mi antivirus intercepta el correo fantasma o correría el riesgo de terminar inestable, como Johnston, y cantando, lo cual sería más aterrador que toparse en duermevela con el fantasma del mismísimo Vincent Price.

3º- Redes sociales


El escritor sueña que escribe un relato sobre las redes sociales, se abstiene de dormir por miedo a que la conexión a internet se le ralentice, bucea en vela entre enlaces que le hacen desear ser un escritor que tuvo en mente una historia acerca de las redes sociales pero que acertadamente eligió seguir soñando.


¿Imaginan a Borges clickando sobre un raton vencido por el insomnio, proponiendo una cita a ciegas a un nick tras el que quizá se esconda la María Kodama a la que dictará sus últimos cuentos? Harto difícil, los ratones para invidentes no fueron aun patentados. Aparte de eso y después de un trabajo de investigación que tan solo recordarlo me pone el vello de punta, sacaría las presentes conclusiones:


- Que el nombre de Jessica, Vanessa, y Cristina será el topónimo que vertebre los estudios del modus vivendi de nuestra sociedad desaparecidos ya de la faz de la tierra.

- Que el House, el Techno y las sintonías en clave pop de las teleseries sepultaron a Pablo Milanés.

- Que en el cine las obras de arte se llaman: El codigo Da Vinci, Crepúsculo y Ghost, mezcla de renacentistas y románticos.

- Que los contrapicados abundan, deudores de las corrientes soviéticas de principios del siglo XX, sólo que ahora el enfoque es un tanto turgente.

- Que en efecto el cambio climático se hace notar en la vida diaria, torsos al aire, camisetas abiertas, faldas del grosor de un dedo.

- Que la literatura "¬¬" y las aficiones son practicadas en sociedad y en lugares no determinados: p.j. "salir".

- Que las conversaciones se componente de guiños, de abrazos y demás contactos físicos.

- Que a las personas les otorgas puntuaciones, del 1 al 10, decimales inclusive.

- Que las chicas medianamente interesantes trabajan en Woman Secret´s a jornada partida, que practican deportes de riesgo y ganan el salario, al parecer del escritor, de un alto ejecutivo.


Sin embargo a Borges lo despierta Bioy, se había quedado dormido, le dice, y estimó oportuno dejarlo descansar, a lo que Borges responde agradecido, en la bruma entrevió el principio de una novela (su única novela) sobre un mundo en el que los ciegos miran, sin dejar de serlo, desde el otro lado de la oscuridad blanca.



sábado, 23 de enero de 2010

2º- El camino más corto


Hace unas pocas semanas pude oír a un crítico literario de postín decir que la nueva novela de Antonio Muñoz Molina era obra de un "pajero". Me explico, la flamante obra de Muñoz Molina consta de mil páginas vertidas alrededor de un tema poco novedoso como es la guerra civil española, y por lo que pude deducir de lo que dijo el señor Masoliver (en petit comité), su neologismo se refería a la necesidad de componer una obra monumental capaz de espantar al lector más abyecto.
El mismo Muñoz Molina dijo en una de sus primeras obras, las que aun eran legibles: No hay nada que se iguale en lo placentero a deambular sin rumbo por una ciudad, a eso de las once de la mañana, cuando las gentes se ocupan en sus cosas y en las calles la luz del sol no es pisoteada por una multitud de sombras.
De sobra conocemos que Kavafis prefería ir hacia Ítaca que arribar del viaje, quizá temeroso a que Penélope hubiera desistido en esperarlo cuando tantos otros hombres grises guardan su turno, al acecho, en Alejandría.
Supongo que todo aquel que recorre un camino valiéndose de atajos, con un ojo marcado en el reloj y otro en que su marcha no aminore tiene motivos para ello. Aunque prefiero no echar mano de refranes del tipo "las prisas son malas compañeras" porque como contrapunto tienen el consabido "a quien madruga dios le ayuda" de unos marcados tintes calvinistas acordes a los hábitos imperantes, es evidente que si vas aprisa se te escapan cosas.
¿Merece la pena trazar sobre el callejero de las ciudades una línea recta entre el punto de partida y el lugar de destino? ¿Y de dónde sacas en la presteza un respiro para pararte a escuchar una conversación entre arquitectos, entre jubilados, o entre un párroco y la beata fervorosa de la congregación? ¿Qué hay de importante en llegar al final?
Estimaba Stendhal que para conocer una ciudad necesitas cuatro días, con un mínimo de quince horas diarias de vagabundeo, olfateando sus esquinas, pisando pavimento irregular, riéndote de los que sestean a bordo de un coche de caballos. Y se refería al Londres del siglo XIX, y desistía. Estamos en los inicios del siglo XXI, cuando el paraíso es tener una hipoteca a bajos tipos de interés, cuando el índice de muertes producidas por infartos de miocardio aumentan a la par que el número de horas extras, cuando yo, que sigo en mis trece, a veces no se hacia dónde me dirijo y sigo a la chica del pantalón verde que seguro va con retraso, con la esperanza de que, ay, puede que me conduzca directo al jardín del edén.

1º- La Trama




La trama es una de las últimas películas de Alfred Hitchcock. Una mala película.

También es el título en castellano de una obra de David Mamet llevada al cine por el propio Mamet, una espléndida película.

En este caso la trama es una excusa para citar a Kurt Vonnegut, para quien "las tramas son sólo unas cuantas, con lo cual no es necesario darles demasiada importancia, basta con incorporar una de ellas al azar para ganar tiempo en el desarrollo de lo que de veras importa, el estilo".
Las tramas en la vida se suceden idénticas unas de otras, lo cual nos resta protagonismo. En cualquier parte del globo alguien escribe la primera entrada en un blog fumando un cigarrillo y sopesando léntamente lo que va a decir, alguien está leyendo "Matadero cinco", incluso en algún lugar un particular establece en estos precisos instantes contacto con extraterrestres.
La trama aleja del centro, nos ramifica. Conforme perdemos de vista el origen sentimos nostalgía, miedo, y cuando adelante resta lo desconocido y atrás un territorio por el que da pereza volver, nos percatamos de que es irreversible, lo que sigue es que le demos forma, que incidamos en los espacios oscuros a fin de desvelarlos, de crear tonalidad. Misión de cartógrafos.
Procura entender entonces quien inserto entre las paredes del laberinto se deja guiar por la intuición, cual es el recorrido exento de sobresaltos, el menos pernicioso. Por fortuna en las tramas no hay minotauros y perderse sirve para coger el hilo y enredar la madeja hasta conseguir caminar por propio pie, no en vano sobre éstos descansa la trama. El pie de pagína, el dar pie, el pie en reposo.
Así que toma distancia, destierra falsas convenciones en lo que concierne a planos dimensionales, ármate de ideas. Participa.