sábado, 21 de agosto de 2010

58º- Paso en falso


¿Qué no daría Sarah por una banqueta en la que sentar el trasero en esta madrugada que la tiene rendida? ¿Qué le sucedió para que le escaseara el combustible del depósito de energías que acostumbra a cargar hasta los topes antes de emprender el camino? ¿En las mediciones se quedó corta, la superaron las circunstancias y las callejuelas que traza la ciudad, pecó de soberbia y la seguridad en sí misma le flaqueó conforme decaían los sonidos quedando sólo el viento y ella, y el viento que sopla y la desgasta? No sabría que contestar. Aseguraría que momentos antes se encontraba tendida en el sofá, con los ojos entrecerrados, al igual que siempre que tomaba un café y encendía la radio para mecerse en las ondas que le llegaban en un volumen inaudible. Afirmaría convencida que lo que la hizo recobrar la compostura fue un sonido del ordenador que retumbó en toda la casa, había dejado los altavoces encendidos y el correo electrónico sin cerrar. Diego le comunicaba que estaba preparado, que los miedos acababan de rendirse y que era adecuado no contemporizar, el escueto comunicado concluía: “ahora o nunca”. Encendió el gas y tomó una ducha de agua ardiendo que le dejó de caderas para abajo un brillo rojizo por el cual se decantó por el pantalón largo y la blusa de manga corta que le fuera a juego, fondo negro en el que se superponían unas finísimas rayas grises en horizontal. ¿Qué siguió para que Sarah diese tumbos bordeando las esquinas de una ciudad que no era nombrada en ningún libro de geografía- asignatura que le deparó durante años endémicas matrículas de honor-, qué rol le asignaron a Sarah las casualidades que rigen lo que habrá de acontecer?
Sarah echa el pestillo con desgana y desciende cuidadosa las escaleras, una planta hasta abandonar el edificio abandonando también los planes de una sosegada velada pegada al lápiz del que esperaba extraer las frases certeras que le cerraran el relato que comenzaba a exasperarla por resistente. El vecino que vive en el bloque de pisos de enfrente la saluda, levanta la muleta y pronuncia su nombre al tiempo que hace un ademán por dirigirse a ella que queda en eso, en una tentativa abortada ya que Sarah anda e imprime a cada zancada la voluntad de llegar a tiempo al encuentro, de conservar el cliché de puntualidad británica que le otorgaron desde la etapa colegial cuando el adelanto le sirvió para que los demás críos la confundieran con la conserje, y como la estupenda forma física se lo permite alcanza el punto concertado y le sobran aún varios minutos. Masca chicle mientras ensaya diversos temas con los que evitar esos silencios incómodos que lastran el pretendido discurrir de los espontáneo. Divisa a Diego desde lo lejos, corre a él y lo abraza. Pese a que entre sus características esté la precaución, el andarse con pies de plomo incluso cuando anda en la rutina, Sarah no imagina cómo un taxista la monta en su auto mostrándose compasivo, renunciando a la tasa que abría de abonarle porque eso sucede tarde, cuando apenas recuerde lo que precedió.
Diego es poco dado al monólogo interior, me limitaré a situarlo: Introduce una llave en concreto de un abultado manojo y tuerce la cerradura, gira el pomo y se alisa instintivamente los pliegues de la camisa. Capta una discusión en una de las habitaciones interiores, se dirige allí donde dos chavales se disputan el turno por una partida de videojuego. Acude a la cocina y besa en la mejilla a su mujer que le pregunta a qué es debido su pronta hora de regreso, a lo que él responde que sus superiores hoy fueron benévolos, la eficiencia exige sosiego para que la mente opere con sentido común. La mujer sigue enfrascada en la tarea que la absorbe y Diego prefiere no ser un estorbo por lo que en el sofá, sentado, pierde la mirada en una mosca que sobrevuela cerca de la venta. Sitúa ambos pies sobre la mesa, siente la sangre circular y entorna los párpados, el insecto vuela hasta posarse en el hueco que hay entre los dos zapatos. De repente junta las suelas, y repara en las arrugas de la camisa, un tanto húmedas.

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