En inglés domingo es Sunday, el día del sol. En mi idioma particular lo contrario, echo la cerradura, corro las cortinas, acopio las provisiones de tabaco y novelas policíacas y cierro la tapadera del cubo de basura, los domingos no pasan a recogerla ni acudo yo a la llamada de afuera, a fichar como que sigo presente. No estoy ni para coger llamadas telefónicas aunque sé de quienes se exorcizan de domingo comunicando a sus parientes el devenir de sus diarios, no estoy por darme un baño de sales en una bañera que me relaje e hipnotice con las burbujas que emergen desde su fondo, mi piso posee plato de ducha con mampara. No estoy por salir a empinar el codo, evito ponerme melancólico y el alcohol no es más que un recordatorio de todo lo que nunca seré. No estoy pero el domingo persiste en los niños que juegan a las canicas en perpendicular a tu ventana, y el rugido de una moto lleva a una adolescente de vuelta a casa quince minutos pasada la hora convenida con sus padres.
He llegado a pensar de un trauma, de una obsesión por los días laborables, sin embargo constato que conservo la salud, no disfruto trabajando, y los yacimientos de la memoria me impiden dar con el cataclismo de ese primer domingo, el día en que el creador se olvido de lo que había dado a luz y su sola falta oscurece el experimento. De ser creyente me aferraría a esta premisa para sacar un porqué a mi angustia. Apunta en una libreta: qué son, qué fueron, tus domingos:
Domingo es separarse de la persona con la que quisieras permanecer y a la que pierdes de vista conforme asciende una escalera, hasta la primera planta, entresuelo lunes.
Domingo es el no tener sueño y andarte en vela pensando en que vas a lastrar el cansancio y que el domingo próximo, para evitarlo, madrugarás.
Domingo es tarea atrasada que pones en orden, labor que aplazas debido a una jaqueca que es preferible atajar visionando una producción de la BBC, 6 capítulos de media.
Domingo es una sartén llena de aceite demasiado caliente que ha prendido fuego a la cortina de la cocina y que no sabes si ablandará los techos o si intoxica.
Domingo es hoy, y dentro de siete días, el lugar que ansías para soltar las riendas de tus proyectos, la celda de la que cuando escapas sales, a través de un pasadizo, a una celda colindante, en uno de los polos de la creación.
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