domingo, 2 de mayo de 2010

31º- ... Y descansó


Odio los domingos y estoy convencido de que los domingos me odian a mí. El día del descanso, el día para dormir la resaca, el día en el que sales al campo y haces una barbacoa, el día en que tu equipo de fútbol pierde el título de liga en un archipiélago al que acudiste en tu luna de miel. De adolescente leí un relato de un hombre que llevaba una vida plácida, con sus miserias y placeres para el paladar, pero que una vez a la semana tenía que apartar de la mente lo idóneo que sería matar el aburrimiento atando a su cuello una soga que penda del techo, matar el aburrimiento equivale a matar el domingo.
En inglés domingo es Sunday, el día del sol. En mi idioma particular lo contrario, echo la cerradura, corro las cortinas, acopio las provisiones de tabaco y novelas policíacas y cierro la tapadera del cubo de basura, los domingos no pasan a recogerla ni acudo yo a la llamada de afuera, a fichar como que sigo presente. No estoy ni para coger llamadas telefónicas aunque sé de quienes se exorcizan de domingo comunicando a sus parientes el devenir de sus diarios, no estoy por darme un baño de sales en una bañera que me relaje e hipnotice con las burbujas que emergen desde su fondo, mi piso posee plato de ducha con mampara. No estoy por salir a empinar el codo, evito ponerme melancólico y el alcohol no es más que un recordatorio de todo lo que nunca seré. No estoy pero el domingo persiste en los niños que juegan a las canicas en perpendicular a tu ventana, y el rugido de una moto lleva a una adolescente de vuelta a casa quince minutos pasada la hora convenida con sus padres.
He llegado a pensar de un trauma, de una obsesión por los días laborables, sin embargo constato que conservo la salud, no disfruto trabajando, y los yacimientos de la memoria me impiden dar con el cataclismo de ese primer domingo, el día en que el creador se olvido de lo que había dado a luz y su sola falta oscurece el experimento. De ser creyente me aferraría a esta premisa para sacar un porqué a mi angustia. Apunta en una libreta: qué son, qué fueron, tus domingos:

Domingo es separarse de la persona con la que quisieras permanecer y a la que pierdes de vista conforme asciende una escalera, hasta la primera planta, entresuelo lunes.


Domingo es el no tener sueño y andarte en vela pensando en que vas a lastrar el cansancio y que el domingo próximo, para evitarlo, madrugarás.


Domingo es tarea atrasada que pones en orden, labor que aplazas debido a una jaqueca que es preferible atajar visionando una producción de la BBC, 6 capítulos de media.


Domingo es una sartén llena de aceite demasiado caliente que ha prendido fuego a la cortina de la cocina y que no sabes si ablandará los techos o si intoxica.


Domingo es hoy, y dentro de siete días, el lugar que ansías para soltar las riendas de tus proyectos, la celda de la que cuando escapas sales, a través de un pasadizo, a una celda colindante, en uno de los polos de la creación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario