domingo, 2 de mayo de 2010

33º- Homenaje

Una ley no escrita afirma que los escritores no deben rebajarse a escribir sobre espectáculos atroces, los concursos televisivos de preguntas y respuestas, los peluqueros o el fútbol. A bote pronto diré que Villoro, Bolaño o Vila- Matas, por citar a tres autores que siempre estarán en mis anaqueles, tienen artículos o cuentos que tratan el tema, incluso el ortodoxo Delibes escribió durante el Mundial 90 unas crónicas que no tienen desperdicio. Desde Roberto Artl los escritores argentinos son cancheros, los españoles acérrimos seguidores del futbol total, los ingleses hinchas que padecen fiebre en las gradas de un equipo que lleva décadas sin conseguir un título aunque goce de un cartel favorable en las apuestas de inicio de temporada. Yo voy a hablar de fútbol, de los encuentros del equipo al que seguí cada domingo, al mediodía, a las cinco de la tarde, durante una década y al que ahora sigo en la distancia, el equipo que me permite recordar etapas de mi vida, el que pese a la ausencia cobró forma en la vida nueva.

Mi equipo juega en la tercera categoría del futbol español, apenas concentra un millar de aficionados por encuentro entre los cuales las dos terceras partes son gente que bordea la jubilación. Mi equipo tiene unas expectativas medias, mantener la categoría, en unas circunstancias fortuitas optar por el ascenso. Mi equipo no practica un fútbol que enganche a los aficionados, de ahí la escasez de repercusión en la ciudad a la que representa. Mi equipo es una razón suficiente para armarte con un transistor y pasar al sol dos horas mientras sobre el césped el balón es elevado mediante patadas a seguir y aun con esas perder el hilo de voz coreando un nombre del que lo único que vas a conocer es la destreza que conlleva su diestra, las extravagancias de su pie izquierdo.

Paulino, Fernando Román, Iarley, Valbuena, Orta, Quique, Pedro Pascual, Íñigo Ros, Padilla, Pedro Buenaventura, López Caro, Mauri, Yamal… Año 1994, partido contra el filial de un equipo andaluz, victoria tres a uno; esa misma temporada victoria cinco a uno contra el San Pedro, el mismo día que mi madre fue ingresada en urgencias, el mismo día en que le fue detectada una piedra en la vesícula; partido decisivo contra el Manchego, última jornada, ganamos tres a cero, no sirve el resultado porque dependemos de terceros y el tercero no pincha, nos quedamos a un paso, en la quinta plaza, año 1996, no soy el único que está a punto de mostrar debilidad, me contengo porque mi padre en pie aplaude al equipo y él de costumbre es de la facción crítica; Copa del rey contra un primera, dos a dos, el estadio hasta la bandera, nos vemos obligados a mudarnos a uno de los fondos, no pasamos la eliminatoria, el partido de vuelta es fuera de casa; partido de liguilla de promoción frente al Elche, las lunas del autobús del Elche terminan destrozadas, los aledaños del campo, un terreno pedregoso, sirven para aunar los esfuerzos de veteranos y nuevas camadas, un policía amenaza con conducirnos a comisaría, alguien le reta a que nos lleve, a que no consigue celdas para encerrar a cada uno de nosotros.

Luego mi equipo pierde un aficionado, pierde a tantos, infartos, largas enfermedades, desidia ante la repetición sistemática de objetivos y de medios, y me pierde a mí, que decido languidecer los domingos tumbado en la cama visionando películas independientes americanas, practicando sexo en los intermedios, preparando tostadas que cubro con mermelada de fresa, me pierde porque me ganó una mujer.

Durante la travesía del desierto, de estar emparejado a la separación, alguien ocupa mi lugar y me mantiene informado. En ocasiones puntuales acudo, pero mi padre tiene a su lado a quien me sustituyó, ya no es mi sitio, y no quiero molestar, elegí retirarme y hube de esperar a estar muy alejado para de nuevo formar parte.

Zamorano, Carlos Ruíz, García Tébar, Chota, Dorronsoro, Migui, Álex Fernandez, Oier… 2010, estoy a un avión y un mar del partido que disputa mi equipo, imagino el graderío, lo observo vía Internet, sentado en un sofá junto a aquel que me sustituyó, esta es la ocasión, suena la melodía del film coral “Un puente muy lejano”, gentes que llevan décadas fieles a su cita, que no disponen de auto y salen de casa con la paella todavía en proceso de digestión, imagino los improperios que le lanzan al árbitro, las uñas de los no fumadores, de los que dejaron el hábito, mordidas, troceadas a sus pies junto a cáscaras de pipa, gente que fía el humor de la semana a lo que suceda en unas medidas fijadas por la normativa de la federación, personas que permanecen allí donde yo intento estar tocando con la yema de los dedos el monitor de la pantalla y donde estoy cuando telefoneo para decirles que yo también estaba allí, que estábamos allí.

Mi equipo frente al filial de un equipo de capital de provincia, aun no ha sucedido y yo ya estoy con vosotros porque los horizontes no quedan rematados, yo estaré como estuve cuando sin consciencia de lo que sucedía me dedicaba a matar hormigas sobre el cemento, porque cualquier escritor sabe que ha de estar donde quedaron los que le rodean por muy distantes que sean sus aficiones, porque los puentes se cruzan y de ser imposible ir hacia la otra orilla me vale con observarla como lo que es, una posibilidad no tan remota.

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