sábado, 22 de mayo de 2010

38º- Papa, jo vull ser gallego

Y es que pese a que personalmente me presento como originario de ninguna parte, el más recóndito de mis anhelos es haber nacido en Vilagarcía o en Mosqueiros, y por ello, para que mis progenitores no se avergüencen ante esta confesión, para que en verano los conocidos no me tomen por traidor, y para desahogarme y comprobar si los poderes fácticos pueden en la medida de sus posibilidades satisfacerme divulgaré las ventajas del ser gallego:

Que tomar por verdad la magia ayuda a calmar los achaques propios del paso del tiempo, y detiene el grosor que van tomando las arrugas y la cojera provocada por los traspiés insalvables, que la magia existe y es beneficiosa por natural ya que anida en la profundidad del bosque, y en las mascaradas que se ofrecen en fiestas de la tercera edad salpicadas por olores de incienso y difícil digestión de mejillones.

Que el idioma contiene términos como “saudade” o “luar”, muy dignos de proferirse en el trance de saltar de un acantilado cuando el oleaje salpica la carretera de la costa, o cuando en verano a causa de la no adecuación a la franja horaria parece que nunca llegará a anochecer.

Que el índice de brotes cardiacos entre sus gentes es el menor que se conoce y ha conocido, pese al fatídico 13 de Mayo de 1994, pese a que la tierra no siempre produce frutas destinadas a alimentar y que al contrario envenenan, pese a lo común de creer que la impresión de habitar el fin del mundo resulta chocante al espíritu e imposibilita la paz y el sosiego.

Que al gallego nunca se le escapa la chica, digamos que a Carmiña, porque susurra cándido una lectura que no sobrepasa la interpretación conspirativa de la ilustración de portada o los datos relevantes que se extraigan de la sinopsis, y en el proceso es indiferente el aspecto que presente, bigotes y larga melena, mentón acuoso e intelecto formado por una sola circunferencia.

Que su capacidad de adaptación es camaleónica, yo mismo elucubro, tengo antepasados del Ferrol, emprendieron la marcha hacia el Sur o regresaron del Oeste tras no lograr fortuna, sin ser capaces de enfrentar la vuelta a los orígenes. Algo tengo de eso, recuerdo anotar en la agenda: hacer memoria.

Que la flema británica y el ímpetu arábigo casan, y de qué manera con el centollo y el lacón con grelos, no en vano el estereotipo inicial hubo de ser un plato cocinado a semejanza de otro que se retrotrae a una receta que debe de encontrarse en algún yacimiento de castros, detritus ya de tanto que ha llovido.

Si he de dar peso a una de las razones me inclino por la de las chicas. El día que amanezca con un “Gallego (marcando la doble l), el desayuno”, puede que deje esta pretensión mía, de natural seco y amigo del día soleado. De momento aunque parta del vacío no desisto en alcanzar el siguiente estado, el caos, o un análogo de este, la carretera entre Mugardos y Ribeira.

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