lunes, 6 de septiembre de 2010

65º- Velorio


Escucho “esto es lo que pasa cuando fumas dos cajetillas al día”, escucho “si hubiera acudido antes a la consulta lo habrían diagnosticado a tiempo”, escucho “puede que sea lo mejor y que los que lo rodeaban se sientan liberados”, escucho “nunca se es lo suficientemente malvado como para merecer la muerte”. Simulo mover los labios, intento recitar una oración, agudizo el oído, creo que las ojeras se propagan conforme menguan las lágrimas, pasaron las penas, bienvenida seas ceremonia que clausurará la presencia del difunto entre nosotros. Fecha del óbito: unas noches atrás, cerca de las 3 A. M.; estado del cadáver: impoluto, laboriosidad de los encargados del tanatorio, el maquillaje le enciende los tonos grisáceos, podría pasar por un durmiente que espera a una princesa que lo resucite de no ser porque, cuestión natural, pronto olerá a putrefacto; Música ambiental: suena su canción favorita, la que dejó anotada en su testamento que amenizara a los congregados y los hiciera más ligero el mal trago, When Life is a Miracle; Canapés: Bandejas de tostadas de queso aromatizado con frutas del bosques y lonchas de salmón ahumado, en cuanto a bebidas todas sin alcohol, una broma personal. Me enorgullece afirmar que voy a contemplarlo en el cristal, que atesoro esa despreocupación tan pertinente para la muerte, la de que un vivo la mire de frente sin echarse a temblar aun a sabiendas de que es inminente, que va a llegar y que en lugar de llamar a la puerta sabrá la combinación con la que blindamos el domicilio cara a intrusos. La muerte que está siendo celebrada y que entrecorta los pésames a la viuda y a los hijos, y que me atrevería a afirmar hace sonreír al escritor que desde el lado de allá del féretro, cubierto por una madera de pino barnizada a la moda funeraria importada de los países nórdicos, les desea larga vida y prosperidad a los presentes.
Al principio me negué a tomar en serio sus palabras, quién creería que le quedaban unas semanas, aparentaba menos edad que ninguno de nosotros, a menudo aducía a un pacto entre él y Fausto que lo convertiría en inmortal, quién le negaría que en una de las habituales escapadas le hubieran servido el Santo Grial pensando que era un Vodka y que lo tomara de un trago comprobando que el barman era un fantasma y que el vaso un espejismo pero que algo, lo notaba en el riego sanguíneo, había cambiado para siempre. Al principio prefirió mantenerlo en secreto, tomaría cartas en el asunto y dispondría según preferencias estrictamente personales, remitiría invitaciones para el velatorio, preparando un entierro con grandes faustos, banda de música incluida que entonara una marcha triunfal, la de quien se va y no siente pesar alguno, la del viajero que ansioso ni siquiera factura una maleta con lo indispensable porque lo único que le importa es partir. De los fallecidos que conocí fue el que mejor llevó la condición de enfermo terminal. Nada de plañideras me advirtió, su muerte debía de parecer una fiesta de graduación, se pronunciarían discursos ensalzando la figura del triunfador que decidió retirarse, al que se le bloquearon las ideas, aquel-que-casi-escribe-la-novela-rotunda-y-generacional-de-una-de-las-generaciones-finales-que-verá-la-humanidad, se escribirían necrológicas laudatorias, se prepararía un premio literario que llevaría su nombre y que consistiría en la publicación en una editorial consagrada y en una elevada suma de dinero, se conseguiría con ese sepelio tan inusual- soltaba carcajadas imaginándolo- desenmascarar a las rémoras, provocar a los espíritus costumbristas que lo tacharían de loco, degenerado, haciendo así que post- mortem, firmara la obra en mayúscula, la que había levantado expectativas entre los académicos, una obra por la que no le concederían el Premio Nobel, porque no hay premio si no hay quien lo reciba.Escucho: Recibas la tierra como palabras, recibe las paladas de la realidad de la que huiste, húndete en la memoria de los lectores, quizá los siglos te quiten el polvo que acumularás en los anaqueles o los saqueadores de tumbas de celebridades desmiembren tus restos, quizá lleves tanta paz dejas aunque resulte dudoso. Escucho: Hoy los amigos, familiares, y competidores y admiradores se reúnen para rendir tributo al insoportable testigo de sus días carentes de significado, al espía de las mirillas del rellano de las escaleras, al impertinente e impuntual genio sobreestimado por un solo golpe de lucidez que supo postergar, una mentira que sumar a las que contaste en los relatos que te granjearon la fama que seguro no mereciste. Escucho y dirimo, en que para morirse nada como ser un don nadie, o irse lejos, morir extraterrestre en un planeta inhabitado, morir lo antes posible y sin sentirlo. Morirse: consumar la fuga.

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