domingo, 12 de septiembre de 2010

70º- Versificador


Los poetas ya se burocratizaron. Casados con novelistas de éxito que trazan prosas lacrimógenas en torno a un cadáver picoteado por los buitres en el marco de una guerra muy, muy lejana; de jurado en un concurso literario trampeado porque un sobrino del concejal del ayuntamiento maneja las palabras como nadie y claro, hay que sostenerle la ilusión; tras un mostrador en una cafetería desayunando croissant y zumo de naranja, componiéndole un intento de estrofa al olor a asfalto que desprende la cabellera del camarero, observando de reojo que marquen en punto y le toque regresar a la ocupación que la necesidad le obligó a escoger, maestro de escuela o repartidor de propaganda de una gran superficie, para la sociedad actual tanto monta, ¿A quién importa el suspiro del poeta que caza el vuelo de una golondrina simulando que su lápiz de punta afilada es una escopeta recortada y que con su puntería da en blanco? ¿Oyeron el estribillo de aquella canción “los poetas han muerto”? Pues bien, lamento contradecir, se suicidaron faltos de valor, imposible encajar en este devenir de las prisas y los atascos y los revivals históricos, les pesó la herencia y dejaron que la mirada los condujera al vacío, o peor, a repetir las consonantes acentuadas de un autor maldito al que recitan sin parar cuando beben chupitos de anís o cuando no tienen qué ofrecer a la conversación. Los suicidó el lamento de la ciudad que se cubre las arterias no vaya a introducírsele una metáfora que le reviente el subterráneo, las grabaciones de móviles de cada gesto o tic nervioso transformadas en mofa una vez se sacan de contexto, eligieron irse o ocultarse en las catacumbas dado que a las violetas las llaman ahora moradas, y a las moradas inversión a largo plazo, fueron expulsados- invitados a marcharse- del paraíso que nunca fue sino una imagen cartografiada que los mantuvo en el meollo. Inevitable, el poeta no tiene inspiración, la inspiración jamás tuvo al poeta.

Los chicos, a los que apenas les alcanzan los centímetros para montar en la atracción estrella de feria, riman las frases sin darse cuenta, poseídos por el ánima de Gloria Fuertes, hablan en chascarrillo el lenguaje de sus abuelos, luego leen, conforme exige el sistema educativo, los clásicos: Sonetos, redondillas, octavas reales, Quevedo, Góngora, Sor Inés, Espronceda. Y les da para componer, qué diablos, es sencillo, es aritmética. Sueltan la parrafada del tirón, siguen la estela de polvo de estrellas que desprenden las metáforas de las que presumen, visiones reveladas que establecen la conexión entre cosas en apariencia inconexas, “el indoloro fondo de los muslos que al tocarlos deshicieron el compacto de la nube de la que partían” o “estás tú tan distante que yo voy a alternar los lugares por ver si así te enteras de que existo, por ver si te estuvieras quedando ciega”. La poesía, el ente homérico progresado y corrompido, tiene imán para la juventud ya que en ella cualquier disparate tiene cabida, ahí Apollinaire, o Hugo Ball o cerquita, Aleixandre. Con una estrofa lograda puedes ablandar un corazón o incitar a unos flujos vaginales o provocar una erección, el poema cumpliendo como una llave maestra en la relación entre el creador y el receptor, cumpliendo como cumple una pareja que ha rebasado los cuarenta, los sábados noche, luces apagadas, 23:00 P. M.

Sí, señoras y señores, niños y niñas que no conocéis aún el campo de Castilla, los poetas envejecen y las malgastadas cuadrículas que llevan consigo también. Pueden cantarle al tierno sabor de unos labios vírgenes pero es inminente el momento en que los labios estén gastados y cuarteados por la exposición prologada a las alabanzas, podrían cultivar la nostalgia y engordar las vivencias a base de recuerdos inventados, y lo harían si es que no lo hacen en la actualidad- dejé de leer poemas, se me volvió ininteligible la lógica de puntuación, lo obsesionados que estaban con barrer coloquialismos y triturar aquello que sonara a verdadero- porque en la ignorancia no reparan que pisaron Ítaca y que hospedados en una cantidad lo pertinente es emprender la marcha y trazarse una epopeya que reinicie el sistema exento de virus e influencias perniciosas; porque los reyes magos son un cuento que no se sostiene ante Santa Claus, dado que a éste lo antecede un poema nórdicos “El Kalevala” que mantiene el encanto estilo intimista Jean Pierre Jeunet, varios milenios después de ser originado por un vulgar trovador al que le tiritaban los dientes cuando nevaba, y en esos parajes la luminosidad y la escarcha contenían propiedades que menudo engaño lo de la baba de caracol; porque fui poeta y me reconozco en lo dicho, y rechacé el término “soledad” en múltiples ocasiones en las que usarlo me hubiera sido beneficioso, y no desisto aunque controlo el impulso de un inicio fulgurante y rompedor: “El poeta compone su verso/ fuera un jilguero y un grillo le hacen de escribas”, y confieso que la avioneta que cogí pilotada por beatniks perdió la hélice y sus dos motores. Siempre nos quedarás, Pessoa.

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