domingo, 26 de septiembre de 2010

73º- Facciones


Abro el periódico por sus páginas centrales y leo que dos aficiones en una cancha de baloncesto en Turquía se han enzarzado en una trifulca que llevó al árbitro a suspender el partido y a casi un centenar de aficionados al hospital, con los cráneos colgando de las brechas, con los labios cuarteados de recibir golpes en el mentón. Salto la noticia por habitual, porque me deprime el deporte convertido en credo, y entro en los vericuetos de la política, un país ha retirado el embajador asignado en otro país con el que mantenía unas complicadas relaciones, se acusan mutuamente de tensar la cuerda en torno a un enclave cuya adscripción permanece en el aire, Danzig en el siglo XXI, y esto ha hecho sonar las alarmas entre la diplomacia que teme que el status quo se quiebre y de la tierra surjan los esqueletos andantes que armados con azadas decapitarán a los mandatarios que amasaron fortuna recalificando cementerios, asentando subterráneos encima de la memoria de los héroes caídos en combate cuando todavía se combatía en armas la pertenencia de un lugar a una nación, cuando las naciones aún significaban algo. Paso a las comidillas que se cuecen en “sucesos”, en la geografía norteña una manifestación ha caldeado los ánimos de los vecinos de una urbanización que garantizaba tranquilidad y a la paz y que se ha visto perturbada por una turbamulta de incontrolados que exigía que se respetaran sus derechos fundamentales, ante lo cual, los modélicos ciudadanos reaccionaron, primero ondeando consignas contrarias a los inconformistas, y después, lanzando desde sus terrazas televisores de pantalla plana que al impactar en el organizador de la algarabía encendió los ánimos y los cócteles molotov, los daños materiales son cuantiosos y las víctimas lo de menos puesto que estaban en el ajo y merecían un correctivo, la paz la traen las fuerzas del orden a las que se opuso la multitud gritando al unísono, aunando, ahora sí, esfuerzos.

Llegará el día en que no abra el periódico, que me canse del masoquismo de encender la televisión cuando el almuerzo aunque los hutus y los tutsis firmen un alto el fuego, junto al polvorín siempre hay una toma eléctrica de tierra que suelta chispazos y una mecha obra del mismísimo diablo. Los bandos, los emblemas tatuados en la espalda de por vida, las trincheras de los que hacen piña defendiendo la supremacía de la raza blanca, los demócratas que con el corazón presiden una Comunidad Autónoma y que blanden una constitución entre muchas haciendo que parezca que sostienen la Santa Biblia, o Rayuela, o la Ley Orgánica del Movimiento, los porteros de discoteca que te ponen la mano en el pecho, que te ponen cara de perro y ni se dignan a mirarte, impidiéndoles esto comprobar que eres una persona igual a ellos, y amenazando de que si te pones farruco te van a clavar una navaja en el esternón y a dejarte en el cubo de la basura. Un desperdicio, el mediador y el diplomático comiendo canapés de salmón y bebiendo un rioja espléndido en un palacio de invierno con guardias de seguridad privadas que contienen a los que gritan “Abajo la Bastilla”, y tú que sufres del conflicto y sufres de hemorroides, poniendo las esperanzas en que estallen las flores que un bombardero lanza sobre la Plaza de Mayo, que interrumpe el recreo de los críos que salieron de Conocimiento del Medio o de Matemáticas Estadísticas, rezando- y eso que no comulgas con deidades- porque se destruyan o depongan las armas, pero que lo hagan de una jodida vez.

En microcosmos como el trabajo de oficina también existen divisiones internas, pugnas por llevarse el gato al agua que de postergarse y durar será un agua estancada, un charco, un mar muerto, o si lo prefieren, un mar sembrado de muertos. De sobra se conocen casos del tipo de firmantes de apoyo para que el tabaco sea prohibido en el edificio y su contrario, el del grupo de presión que insiste que en el descanso pueden disponer según convengan, y ello incluye llenar el pulmón de humo y raspar la lengua de nicotina. De una forma u otra te engatusan y te posicionas, ya en un corrillo en el que expresas en petit comité pero que habrá de retratarte aliado de una posición y enemigo acérrimo de su opuesto, ya firmando porque un garabato no daña a nadie, porque nadie lo tomará a lo personal dado que es una nimiedad ocasional, un detalle, pero las facciones y sus mandamases son capos de la mafia, ni olvidan ni perdonan, y te sitúan en la lista negra y la tinta es permanente y aduces en tu defensa que no querías granjearte enemistades en el trabajo, además tú no fumas desde que a tu padre un edema pulmonar lo dejó en una silla de ruedas, sólo te solidarizaste pero sin ser ni siquiera una protesta silenciosa. Das testimonio, intentas apartarte. Imposible. Las facciones exigen, serás adepto u opositor, del Barça o del Madrid, de izquierdas o de derechas, vasco o español, capitalista o comunista. Al objetor de consciencia lo desinfló la sobreabundancia de anarquistas, a los anarquistas el olor mentolado de sus chicles. Implora que te hieran en breve para guardar cama en la enfermería, aunque allí llegan las facciones, los del más acá y los del más allá, claro que los segundos son mayoría y no marchan apresurados, se saben de inicio con ventaja.

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