domingo, 26 de septiembre de 2010

75º- Aborten


Aborten, grita por un Walkie- Talkie el general soviético sobradamente condecorado, a bordo de un acorazado que surca las aguas del Caribe. Aborten, implora el jefe de obra a los de abajo, a los peones de albañilería que dirigen sus miradas conjuntas al cielo y perciben los manos que insisten en negativo del que maneja la grúa que ha perdido el rumbo y danza un bloque de cemento que pesa toneladas sobre las cabezas de los pilares que aún sólo sostienen la atmósfera irrespirable de un futuro Palacio de Congreso. Aborten, sugiere musitándolo el espía que se introdujo en el sistema para salvar unos documentos comprometedores y al que le ha saltado un detector de intrusos que le pantallea el monitor y que en cuestión de tiempo tendrá un rastreador que dará con su domicilio y que destapará el pastel amplificando el escándalo. Aborten, dice el computarizado mecanismo de la nave espacial que transporta a los colonos del planeta Marte rumbo a las anillos y a los asteroides de Saturno, confundió las coordenadas, o la confundieron adecuadamente para que la colisión fuera ya inminente y los confiados tripulantes alejados del puente de mando no pudieran llevar a cabo una maniobra arriesgada y desesperada, propia de los carromatos que esquivaban las envenenadas flechas de los indios de los Apalaches que cortaban el camino hacia el oeste. Aborte, pasa por escrito una nota el secretario general de una empresa pujante a su subalterno, el encargado de las transacciones que iba a lanzar una OPA hostil que los pondría en órbita, la entidad bancaria para los hijos de sus hijos, pero que ante el crack del yen en la bolsa de Pekín se apresura a vaciarse en la garganta un frasco de pastillas que le harán mártir empresarial, el Jesucristo de las finanzas. Aborte, masculla el feto en el vientre de la madre que no lo desea pero que debido a las presiones de la sociedad lo necesita, para así incrementar el perfil demográfico, para así no mancillar la honra de la damisela que llora porque será madre soltera y a cargo de un vástago que la incordia y que la obligará a solicitar caridad de la beneficencia. Aborte, aborte, aborte, se oye al feto por encima de las otras situaciones, exclamándole a los demás ejemplos.

Cedámosle la palabra al no nato: Sí de mí dependiera no nacería, eso que vaya por adelantado. A priori no encuentro placentero conocer a los primos que me tratarán como se trata a un extraño, con desdén, como a un juguete al que pintarle bigotes de gato. Tampoco quisiera que las vecinas me sacaran parecido con un antepasado, la nariz de chata de Ramiro, los pómulos igualitos a los de la Carmen. Mi padre pudiera ser el repartidor de butano, un violador de garaje, aquel mozo del baile de graduación del que te prendaste por la finura con la que lucía la camiseta de seda blanca, pudiera ser cualquiera y ello me privará de destino- de herencia-. Con semejantes credenciales lo que apetece es quedarse guarecido en el vientre, atado al cordón umbilical. Y que conste que me sincero respetuoso, tus glándulas mamarias posiblemente me sean apetitosas, tus caricias dulces y tus atenciones a medianoche interrumpiéndote las pesadillas del día siguiente desprovistas de reproches. Corresponde a las madres primerizas atender y proteger lo que trajeron al mundo, y no dudo que lo hicieras, y que aunque cueste, me tomarás cariño conforme yo vaya adquiriendo forma y consistencia, y me maneje con el lenguaje y diga “mamá” y se te salen las lágrimas. Las razones por las que te invito a que me abortes están en la concepción, no querida, a destiempo. Descuida que de lo que suceda, a pesar de lo que perjuran los episcopados, yo no guardaré recuerdo, en el limbo de los abortos no hay biografías. Coge el asa de los remordimientos y ponla en la candela o retírala. Aborta que las gracias las lleva el silencio.

A más abortos más comida, a más aborto menos berreos, menos ataques de ira a descargar en la nuca del bebé, a más abortos más planificación en el futuro, mayor olvido para la consigna “aborto o abstinencia”. Apuesto que la mitad de la población querría desdecirse y bien abortar o ser abortados, ¿cómo reproducirse con la que está cayendo, con las cifras del paro en alza permanente, con la de famélicos africanos huérfanos? ¿Cómo pedir perdón cuando, demasiado tarde, te pasen la cuenta de la infancia de carestía y de comedores sociales, de falta de estudios de ingeniería hidráulica, de que no tuviste el talón bancario a punto para apuntarlo a clases de natación y mírame, que nado a lo perro, que chapoteo? Hazte la sorda, que los consejos los cuelguen anónimos en un foro de Internet, que los padres apadrinen por una módica cantidad, que el que quiera bautizo que bendiga el agua del grifo y se moje con ella la frente. Abortar por precaución, lo hicieron comandantes de fragata, agentes del servicio secreto británico, hackers, empresarios adscritos al superávit. Aborta, la tristeza será transitoria, aborta o de lo contrario, el daño será permanente y no será a ti sola a quien le duela.

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