jueves, 11 de febrero de 2010

12º-Planta de arriba


Los que saben de mi especial sensibilidad a la hora de abordar temas espinosos, sacan ventaja de ello, me sacan de quicio. En especial una de estas personas que ha dado con el punto debil, incide en aclamar la maestría del modernista Rubén Darío, textualmente: porque transmite como nadie los colores y el olor de las palabras. Porque ni beats ni zarandajas, los poetas no paran de quejarse, ¿dónde dejaron la sonoridad?
Y claro, me obligo y me contengo.
Aparte del Darío cantamañanas conozco otros tres Daríos, uno del sur (de la Península Ibérica), otro del norte (de la Península Itálica) y el último del 2º D, con el que nunca he cruzado palabra pero me aventuro a pensar estará tan presente en mi vida como la sombra del nicaragüense.
No soy aficionado a las descripciones (parentesco con Saramago), aunque haré una excepción: Darío es de corta estatura, rechoncho, de andares patizambos y posee unas cuerdas vocales atrofiadas, de una estridencia a la peor "maniera" amanerada. Estoy del todo seguro que no es homosexual, tampoco lo contrario. Hace notar su presencia por la escalerilla mientras desayuno y cuando preparo el almuerzo, me distrae de las lecturas de las recetas o impide que lea la prensa tranquilo antes de echar a andar al compás del día. Es un incordio. Tamaños excesos a veces lo conducen a tocar el timbre de mi casa y a salir corriendo, por eso cuando lo intuyo me asomo a la mirilla por pillarlo con las manos en la masa y ajustarle cuentas.
Así que con el nombre de Darío tengo mis desavenencias, por supuesto, no hay visos de que mi vecino vaya a terminar componiendo una obra modernista, su porvenir está en que continúe arrastrando la carga de la mochila de ruedas y haciendo caso a su madre, que lo insta a que no arme escándalo y suba a casa sin soltarle mano. Y como no hay bocas de fresas en sus intenciones lo perdono, no en vano he conseguido que el seguidor del Darío versificador perjure del Darío del piso de arriba, que le interrumpe la siesta los fines de semana, quién sabe si como primer paso a que lea poesía, si quiere modernista, al menos un poco menos floreada. Quién sabe, yo pasé de Machado a William Blake. Y si no, antes Darío que García Montero.

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