domingo, 14 de febrero de 2010

15º-San Valentín


Cuidado, no se lleven a engaño, el chico que aparece en la fotografía no soy yo, ni mi hermano, ni un amigo. Tampoco la chica que arquea peligrosamente la columna y lo atrae hacia si tiene lazos familiares con el que está de este lado del monitor. Deduzcan: no voy a celebrar San Valentín.
Herbert Marcuse advertía "que hablamos de lo que no nos concierne de tal manera que a fuerza de repetirlo lo volvemos un componente más de nuestra cotidianidad". Las fechas señaladas en el calendario las cumplen quienes reunen los requisitos, el mínimo en el caso que nos ocupa, tener un filtreo, novia formal, o ser recién casados. No doy la talla. Dedicaré el día a los visigodos, a Julian Barnes, nadie va a remitir a mi dirección un ramo de flores, y el teléfono lo tendré en alguna habitación, desocupado, como de costumbre.
El que no haya sucumbido al fervor consumista de San Valentín que tire la primera piedra. Ni a favor ni en contra. ¿Acaso festejar el santoral, cuando de los santos no atrae ni el morbo del martirio, no se felicita, siendo ridículo que un atajo de escepticos reciba regalos en nombre de un misionero que ciego de sustancias psicotrópicas afirmó tener contacto con Dios? El amor (qué grima la palabra) produce dividendos, pérdidas, úlceras, es tangible, merece un lugar privilegiado en las relaciones de pareja, y qué demonios, si vamos a hacer la puñeta a los grandes almacenes lo adecuado es posponer la vendetta hasta navidad. Por vueltas que le de a la memoria nadie que conozco va a ahorrarse una sonrisa cuando su pareja se lo ofrezca, da igual si de rodillas, vía mensajero, o en una cena en un restaurante oriental.
Reconozco que a los solteros les resulte vomitivo, a los jóvenes rebeldes una venda con las que se tapan las miserias de diario, a los matrimonios asentados un engorro que les obliga a mirarse directamente a los ojos unos segundos, pero no lo critico. Demasiado permisivo con los principios del liberalismo "allá cada cual que extraiga beneficios de donde pueda", voy a celebrar que hay quien es feliz o que lo finge, que las cajas registradoras de los bazares rebosan ganancias de los que recuerdan sobre el pitido final, y celebraré también que no sufro alergia al polen ya que nunca se sabe de la competencia de las floristerias a la hora de remitir ramos de hortensias.

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